Cuando el fisicoquímico irlandés John Tyndall publicó sus innovadores descubrimientos sobre el efecto invernadero en el año 1859, se olvidó mencionar a una persona que unos años atrás había hecho un descubrimiento similar. ¿Y por qué? Porque era una mujer. Se trataba nada más ni nada menos que de Eunice Newton Foote: la científica olvidada de la historia que dio paso al estudio del cambio climático que se conoce en la actualidad.
A continuación, te contaremos más detalles sobre la primera mujer que podría haber pasado a la historia, de no ser porque luego de publicar sus descubrimientos quedó en el absoluto olvido.
El gran enigma de Eunice Newton Foote
Durante más de 150 años, a nadie le sonaba en lo más mínimo el nombre de esta mujer, ni siquiera dentro del mundo de los científicos. Es tal el desconocimiento que ni siquiera se han encontrado fotos o retratos de ella.
Poco se sabe de su vida. Lo más trascendental ha sido que en el año 1856 un sencillo, pero eficaz experimento con tubos llenos de diferentes gases a los que expuso a la luz solar, fue la clave para entender la ciencia del clima y el cambio climático años más tarde. Un descubrimiento que cobra especial relevancia en la actualidad, teniendo en cuenta que lo hizo una mujer que pertenecía a un segmento de la sociedad que era completamente ninguneado por la cuestión de género, y más sobre todo en la ciencia.
No se sabe si Tyndall obvió a Foote a propósito por no considerarla relevante por su condición de mujer o fue sencillamente porque no conocía su trabajo.
Una apasionada por la ciencia, a pesar de todo
En el siglo XIX, el conocimiento sobre el clima y su evolución era limitado. No se sabía si en la prehistoria había sido distinto al de la edad moderna o porque sucedían los fenómenos climáticos de ese momento. Sin embargo, el matemático francés Joseph Fourier, quien estudiaba los flujos del calor, calculó que la Tierra debía ser más fría tomando en cuenta su tamaño y la distancia del sol.
Después de estudiar varias publicaciones, Fourier planteó que la radiación estelar podría ser la responsable de la actividad del planeta y que la atmósfera actuaba como un aislante. Esto sería, según la ciencia, la primera propuesta sobre el efecto invernadero, aunque el matemático nunca lo llamó así. No obstante, fue Eunice Foote, una científica aficionada y defensora de los derechos de las mujeres, quien realizó los experimentos que comprobaron esta teoría.
Nacida como Eunice Newton en 1819 en Connecticut, Estados Unidos, y más tarde conocida como Eunice Foote, por su matrimonio con Elisha Foote, desafió los roles de género de la época al involucrarse en la ciencia.
En un campo dominado por hombres, Foote se convirtió en una rareza al publicar investigaciones en prestigiosas revistas científicas. También fue firmante de la “Declaración de Sentimientos” en la Convención de Seneca Falls en 1848, una importante reunión que abordó los derechos de las mujeres, incluido el sufragio.
Ocho años después de esa convención, realizó su primera investigación científica, demostrando el efecto invernadero en sus experimentos. Aunque su trabajo fue en gran medida olvidado por la historia, su contribución fue fundamental para comprender el clima y sentar las bases para el estudio del cambio climático.
El experimento que sentó las bases para el estudio del cambio climático
En 1856, luego de su revolucionario descubrimiento, Foote presentó sus hallazgos en la Reunión Anual de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia. Su experimento se centraba en el efecto del calor solar sobre distintos gases, incluyendo el dióxido de carbono.
Para su experimento, Foote utilizó dos cilindros de vidrio con termómetros de mercurio. Vació uno de los tubos con una bomba de aire, mientras que en el otro comprimió el gas. Asegurándose de que ambos cilindros tuvieran la misma temperatura, los expuso a la luz solar.
Los resultados fueron sorprendentes. El tubo que contenía dióxido de carbono se calentó más de 50 °C en comparación con el otro tubo. Además, tardó mucho más tiempo en enfriarse después de ser retirado de la fuente de calor.
Con este experimento, la científica concluyó que una atmósfera de este gas podría darle a nuestra Tierra una elevada temperatura.
Si bien la metodología de Foote no fue innovadora, nunca antes se había realizado un experimento similar con dióxido de carbono. Sus hallazgos, realizados tres años antes que los de Tyndall, demostraron que este gas y el vapor de agua juegan un papel crucial en la regulación del calentamiento solar.
De esta manera, Foote sentó las bases para la comprensión del efecto invernadero, aunque sus contribuciones científicas hayan sido menos reconocidas en comparación con otros investigadores de su tiempo.
Un asunto de género que la dejó en el olvido
A pesar de sus importantes hallazgos, los descubrimientos de Foote pasaron desapercibidos en Europa y recibieron una acogida escasa por parte de la comunidad científica. Solo dos revistas europeas mencionaron brevemente su investigación.
La falta de comunicación efectiva entre Estados Unidos y Europa puede haber obstaculizado el reconocimiento profesional de Foote. Además, su condición de mujer y su estatus de científica aficionada la colocaron en una posición desventajosa.
Tres años después, John Tyndall sería reconocido como el descubridor del mecanismo de absorción de los gases de efecto invernadero, lo que abrió camino a numerosas investigaciones similares.
Se sabe que Foote continuó realizando investigaciones científicas al menos hasta la década de 1860, pero su legado quedó en gran medida olvidado. Falleció en Massachusetts el 30 de septiembre de 1888.
El estudio del clima y el efecto invernadero continuó desarrollándose principalmente en Europa en los años posteriores, con los hallazgos de Svante Arrhenius en Suecia sobre la influencia del dióxido de carbono en la quema de combustibles en 1896. Sin embargo, ni Arrhenius ni muchos otros investigadores posteriores mencionaron los resultados obtenidos por Foote, posiblemente debido a la falta de conocimiento de su trabajo.
Conclusión
Eunice Foote fue una científica apasionada y pionera, que realizó importantes descubrimientos sobre el efecto invernadero en el siglo XIX. A pesar de sus hallazgos, su trabajo no recibió el reconocimiento merecido en su época por no ser tenida en cuenta por su condición de mujer aficionada a la ciencia. Su trabajo merece ser reconocido y valorado como parte integral de la historia científica.